domingo, 25 de noviembre de 2007

“And I’ll say it again, I need a brand new friend, the end”. The Doors – L.A. Woman (1971)

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Nacidos en la California del flower power y el ácido, The Doors siempre fueron distintos por deseo propio. Pertenecientes a lo que considero la Santísima Trinidad que inyectó de peligro al rock & roll, junto a The Velvet Underground y su presentación de la marginalidad en su sentido más amplio y The Stooges, con su pasión por lo autolesivo y la autodestrucción por la vía corta, los californianos representaban la liberación e individuación del sujeto. Con su mezcla de rock, teatro, misticismo y rebelión (derivado de un profundo descontento con el entorno, la inadaptación social o el alcoholismo; de puertas afuera, es lo mismo), no se situaron pasos por delante, sino más bien varios a un lado, apartados de cualquier escena musical. Polémicos pero con buenas ventas, ignorados para el festival de Monterrey (con su lema Música, Amor y Flores) pero con buena prensa e influyendo en coetáneos; que se lo digan a los propios Stooges.

En 1970 The Doors se encontraban en un momento de inspiración. Tras los blandos, erráticos Waiting for the Sun (1968) y The Soft Parade (1969), en los que el guitarrista Robbie Krieger tomó el mando de la intendencia musical ante la creciente pasividad de Morrison, el grupo retomó el pulso con el más que notable Morrison Hotel (1970), que se benefició de la renovada ilusión del cantante por la música como forma de expresión que mejor se adaptaba a lo que pretendía transmitir. En él ya se intuía su lógico rastreo por los “orígenes” de una banda autodefinida como eminentemente “americana” (sic).

Así, L.A. Woman (1971) nació como un disco tremendamente atado a las circunstancias. A los cambios, algo que vería se reflejo en las letras. Con un Morrison inmerso en el juicio (que las autoridades norteamericanas querían convertir en ejemplo para otras díscolas y “peligrosas” estrellas del rock) por acusaciones de comportamiento obsceno y alterar el orden público en Miami, su carácter se tornó más introspectivo, buscando refugio en la creación, algo que alivió notablemente a la discográfica, que ya empezaba a cuestionar al propio grupo. Fue entonces cuando el alcoholismo del cantante se hizo patente no sólo en su físico, sino también en su voz, más profunda, grave y áspera (“Hyacinth house” quizá sea el mejor ejemplo). The Doors abrazaron el blues por inquietud musical y necesidad: la versión que incluyeron del "Crawling King Snake" de John Lee Hooker era toda una declaración de intenciones.

La decisión de Paul Rothchild de no producir el LP porque “sentía que no podía aportar nada más a la banda” no les cogió de sorpresa, y fue aceptada de buen grado; a cambio, ascendieron al ingeniero de sonido Bruce Boetnick para compartir las labores de producción con el propio grupo. Segundo y más importante, la mejor manera de captar su “nuevo sonido” era una grabación en directo, sin apenas overdubs, contando con la participación de una guitarra rítmica en todos los temas y un bajo en cuatro de ellos, con Morrison escogiendo el baño para interpretar sus partes, debido a la particular acústica que otorgaba a su voz en las grabaciones. Cambios en la dinámica del grupo y en su inevitable líder, que se iban a ver reflejados en las letras.

No es de extrañar, por tanto, que el disco se abra con un título como la vivaz “The Changeling”, con su explícito “Gotta see me change” al ritmo del órgano de Manzarek, el bottleneck de la guitarra de Krieger y un Morrison explotando al máximo sus capacidades vocales. El toque blues asoma, indiscutiblemente, en “Been Down So Long” , que presenta un sutil crescendo: mientras el ritmo es constante a lo largo del tema, comienza a soltarse con el excelente solo que provoca una poderosa réplica por parte de los otros instrumentos, además de una segunda estrofa con una voz más intensa; el final, con todos los participantes a pleno rendimiento y la letra reclamando “Yeah, why don't one of you people/C'mon, c'mon, c'mon and set me free!” convierte al tema en una de sus cimas creativas e interpretativas. “Car Hiss By My Window” es puro blues y contiene un solo de guitarra simulado con éxito por la voz de Morrison. “L.A. Woman”, su particular homenaje a la ciudad de Los Ángeles, cerraba la impresionante cara A como un perfecto resumen de todas las virtudes y señas de identidad del disco.

A su lado, el clásico sonido Doors de “Love Her Madly”, con una marcada melodía que lo convirtió en el single de éxito del disco, así como el envolvente sonido de teclado que convierte a Manzarek en el auténtico protagonista de “Hyacinth House”: su aire ensoñador encaja a la perfección con la misteriosa letra y la solemne forma en que Morrison la interpreta, en lo que algunos quisieron ver como su “manifiesto” suicida, con su referencia a su tema “The End” incluida, en su línea final “And I’ll say it again/I need a brand new friend/The end”. “Riders On The Storm” con su excelente letra, baja el telón con 7 minutos que recuperan el aire amenazante y misterioso de sus primeros discos, añadiendo aromas jazz, género en el que se había criado el batería John Densmore, como queda sobradamente demostrado a la largo de la interpretación.

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A partir de aquí, poco de historia y demasiado mito. Dejando a sus compañeros la tarea de darle los toques finales al disco, Morrison se muda a París con su pareja, Pamela Courson para tomarse unos meses de descanso y lejos del ojo público. Esporádicas conversaciones telefónicas entre miembros del grupo y el cantante indican que se mostraba entusiasmado por la recepción del disco, tanto a nivel de la crítica como a nivel de ventas. Y después, su muerte, en extrañas circunstancias: complicaciones respiratorias, sobredosis, suicidio o que había cumplido la amenaza de desaparecer con la que había bromeado en algunas ocasiones, son algunas de las explicaciones que se manejaron.

El disco quedó huérfano de gira y The Doors sin su principal elemento diferencial, como demostró la discutible decisión de los miembros restantes de continuar, llegando a publicar dos mediocres discos más. Su reciente resurrección bajo el apelativo Riders On The Storm, con la negativa de Densmore a participar y con Ian Atsbury de The Cult a la voz (puesto que ha abandonado para volver a su banda original) es un asunto del que no merece la pena hablar.

L.A. Woman no posee la relevancia histórica de The Doors (1967), ni siquiera es su disco más vendido; quien quiera singles puede picotear entre los numerosos recopilatorios de su discografía y tampoco es LP más indicado para los no iniciados. Pero sí resulta su disco más singular y consistente, con una de las mejores producciones de la historia que le hace sonar fresco a día de hoy porque recoge el sonido de la época sin sonar añejo, sino crudo y cercano. Los californianos parieron un blues rock urbano perfecto para escucharse en la noche, a pie o en coche, pero siempre bajo las luces de la ciudad. Más que en un disco, es mi mejor y más habitual compañero de madrugadas.

Love Her Madly
L.A. Woman
Riders On The Storm

Suena: The Doors – Been down so long

martes, 6 de noviembre de 2007

Charrismo way of life

El tiempo libre, por encima de esas necesidades e inventos modernos del cariño y el dinero, se está convirtiendo en mi más preciado deseo. Y si es bien aprovechado, hablamos de quimeras. El poco que tengo, tiene que atenerse a las prioridades personales y el agotamiento, sobretodo mental. Así que a veces uno se pasa más tiempo pensando en cómo repartirse las cosas que realmente haciéndolas. O disfrutándolas.

Aunque todos sabemos que no esto no es “tan” así, si se me permite la expresión. Después de semejante planteamiento estúpido, poco original y muy llorón (no deja de ser una situación que yo he “escogido”), nada mejor que ejemplificar como superar este vacío paradójico (¡gastar tiempo en maximizar el poco tiempo libre!). Como el movimiento se demuestra andando, un viaje para cumplir, gustosamente, una vieja promesa, es una gran opción. Así que esto es un post-homenaje a nosotros. Porque sí. Haciendo la lista de la compra, me sale:

- Porno bizarro (“¡¿Qué?! Por favor, buenísimo, tenéis que verlo”).

- Chiquito de la Calzada en dibujo animado (“¡¡¡¿¿¿ta hesho daño???!!!”).

- Pereza bien aprovechada (¡por Crom!).

- Disfraces caseros (Draculín y Calabazaman!).

- Tres japos (una de Cádiz, otra de Toledo, la otra no me quedó claro…) que harían mojar los pantalones a tu colega.

- El novio de una conocida de tu pueblo, delegado de la clase de tu amigo y futuro charroalcalde (y encima asturiano, con un par).

- Alcohol y tapeo, en su máxima expresión (“yo me tomaba otra con el pincho de lomo”).

- Comida china con anabolizantes (ingerida debido a la hostia del motorista fantasma del telepi).

- Gitaneo y nazis (unos más invisibles que otros).

- Monólogos de melocotones y yankis (“uooooo, nena, uooo…¿Has oído ese ruido, nena? Era mi autoestima destrozándose contra el suelo, nena”).

- Pasos de cebra alternativos (tira dados).

- Canciones pegadizas (“viva nuestro conductor, conductor, conductor”).

- Cipote (“¡¡¡el muro resiste!!!”).

- Charlas multidisciplinares (terapia ocupacional + criminología + psicología).

- “Ahorita, ahorita vas a saber lo que es la venganza, amor mío” (telenovelas para todos).

- Una bruja sexy (y otras que no llevaban escoba).

- Piedra, papel o tijera (espectacular, aquí no sé que poner, excepto aquello que os dije de “quiero vivir con vosotros”).

- Saw (“pues a mí me ha entrado el hambre. En serio”).

- Paco, el gato negro (y su personalidad múltiple).

- El mantenido y la mecenas (“Dios te lo pague con un buen novio”).

- Payo pony, payo limón (“mi mejor sobrino contra tu mejor sobrino”).

¿Y cuál es el sentido de este listado críptico y un tanto surrealista? Porque, queridos, es hora de que conozcáis y os enamoréis del Charrismo, una suerte de gañanismo urbano. Digno de exportar y, en cada caso, experimentado de distinta manera. Sin duda, una de las mejores cosas que he hecho en mucho tiempo. Peregrinad allí y traednos historias.

Long live Charrismo way of life.

p.d.: Salamanca, patrimonio de la desconexión y las risas desde ya.

Suena: The Dillinger Escape Plan - Dead As History