domingo, 6 de enero de 2008

"Miss my home, over these mountains I feel safe”. 36 Crazyfists – A snow capped romance (2004)

Las procedencias exóticas ayudan a ganar atención una vez un grupo está establecido, pero los comienzos son otro cantar. Oriundos de Anchorage, Alaska, los 36 Crazyfists (nombre tomado de una película del inefable Jackie Chan) tuvieron que mudarse a Portland porque las posibilidades que ofrecía la ¿escena? de su tierra eran mínimas. Fue entonces cuando comenzaron a sacar partido a unas raíces que marcan profundamente su sonido, ligado inevitablemente a unas coordenadas físicas muy concretas; música que evoca paisajes, pero nunca paisajística o contemplativa.

Surgidos en 1994, sus primeras canciones dan muestra de un grupo influenciado por el nu-metal, corriente que en aquella época comenzaba a florecer, como puede comprobarse en su primer EP Boss buclke (1995) con un sonido crudo y versos rapeados. El año siguiente sufrirían la pérdida de su bajista y miembro fundador JD Stuart, fallecido en un accidente de tráfico, tomando la decisión de seguir adelante con el grupo y mudarse a la capital de Oregón. Tomando a Mick Whitney como reemplazo al bajo y Steve Holt sustituyendo a su guitarrista orginal, la actual formación de 36 Crazyfists quedaba cerrada. Podían comenzar a trabajar en como querían sonar: In the skin (1997) comenzaba a mostrar las señas de identidad de los de Alaska; la guitarra más afilada y la voz de Brock Lindow cobraba protagonismo. No sería hasta el 2000 cuando lograron un contrato gracias a la ayuda de sus compañeros de Skinlab.

Por aquel entonces Roadrunner reunió a varias bandas que demostraron que otro tipo de metal era posible; Chimaira, Killswitch Engage, los ya extintos Five Pointe O o los propios 36 Crazyfists fueron catalogados erróneamente como nuevas promesas del nu-metal: una nueva corriente estaba surgiendo, la más tarde conocida como New Wave of American Heavy Metal, al amparo de los padrinos Machine Head. Con Bitterness the star (2002) Lindow y compañía dieron un paso a un lado, demostrando que con ellos, la cosa no era tan sencilla. Su debut en una major presentaba a la banda adentrándose más y más en el post-hardcore y sonoridades metalcore a la Crazyfists de “Bury me where I fall” o “One more word” (ambas con dos excelentes colaboraciones de Steev Esquivel de Skinlab y Carl Severson de Nora respectivamente), sacándole brillo a las melodías en “Slit wrist theory” o “Two months from a year” y haciendo nu-metal mejor que cualquier grupo por entonces (“Turn to ashes”, “All I am”).

Este notable debut, solo ensombrecido por un exceso de duración, situó al grupo en una envidiable posición para encarar su segundo disco. A snow capped romance (2004) nace como un homenaje a su Alaska natal. En apenas 38 minutos 36 Crazyfists definieron un sonido suyo y sólo suyo, reclutaron a James Paul Wisner (conocido por su trabajo con Further Seems Forever o Gatsbys American Dream) para darle a la voz el papel que merecía, siempre en primer plano guiando un música más clara y definida pero sin perder pegada. A lo largo del minutaje, el papel principal es para Brock Lindow y su emotiva y elástica voz sostenida por una precisa base rítmica: Thomas Noonan renuncia a la espectacularidad metálica para golpear con sutileza. Steve Holt simplemente confirma que es uno de los mejores y más infravalorados (adjetivos generalizables al grupo en general) guitarristas de su generación, siendo la versatilidad su principal virtud y otorgando al grupo su verdadera personalidad.

La elección de “At the end of August” como single es lógica y previsible, pero no por ello menos acertada. En 4 minutos abren el disco con un tema directo de excelente estribillo que resume bien las bondades del disco: contundencia y melodía en la medida justa, gusto por los detalles y letras llenas de melancolía y determinación. “Bloodwork” y “Skin and atmosphere”, de similar patrón, inciden en la vertiente más calmada de la banda gracias a las excelentes interpretaciones vocales de Brock Lindow y los distintos arreglos de guitarra creados por Steve Holt: guitarras más pesadas en la primera, un ambiente más delicado en la segunda, a pesar de su desgarrado final. “Bloodwork”, elegido como segundo single y para el que se realizó un vídeo que no le hace justicia, pone de manifiesto las adicciones del cantante con una estremecedora letra (“And I swallow these capsules/to regain my grip/and I swallowed myself sick/ (…) /they all seem so truthful/they all seem so trae/couldn’t find a better way to lie”) sobre una melodía vocal luminosa: lo obvio no tiene cabida en la música de 36 Crazyfists.

Las cosas comienzan a retorcerse en temas como “Kenai” con unas estrofas puro hardcore y un estribillo luminoso, con Lindow recuperando memorias y reconociendo que “And I guess I miss my home/(…)/over these mountains I feel safe”, mientras Noonan realiza un excelente trabajo en la batería. “The heart and the shape” sorprende por el toque rockero de sus afiladas guitarras y su alto ritmo y “Song for the fisherman” por ser 1 minuto y medio de post-rock con el cantante leyendo una letra tan sencilla como hermosa, convirtiéndose en el momento más emotivo del LP. “Destroy the map” es un single en potencia que cuenta con la colaboración Raithon Clay, un buen amigo del grupo, en las voces. El disco se cierra con dos joyas: “Cure eclipse”, con un comienzo demoledor en el que 36 Crazyfists suenan más duros y oscuros que nunca, para pasar a una estrofa más pausada que aún así ayuda a mantener la tensión que desemboca en un estribillo que tira de épica para crear un clímax perfecto con Lindow demostrando el carácter casi terapéutico del disco entonando “…this year cure me”; el intenso punto final de “Waterhaul”, de guitarras pesadas, un magnífico punteo y sin un estribillo definido, deriva en una parte ambiental con sonido del agua deslizándose entre la piedra, con las últimas líneas “and up there a show capped romance where/everything we build we’ll come from our eyes…/and I’ll be these way forever” aún resonando, tremendamente vivas, cercanas.

A snow capped romance (2004) resulta un disco de concepto e intenciones modestas y ese resulta uno de sus grandes valores. Tremendamente emocionante, emotivo y preciso, incluso en sus momentos más metálicos pueden reconocerse todas las partes, derivando en un sonido tremendamente definido que no cansa gracias a la inventiva de sus intérpretes, lejos del virtuosismo metálico. 36 Crazyfists hacen del menos el más buscando el detalle distintivo sin olvidar aquello que nunca debe faltar en un gran disco: canciones, con mayúsculas. Aquí hay once, música de corazón incandescente. Pocas veces una portada fue tan representativa.

El simplemente correcto Rest inside the flames (2006) parece haberles impedido adquirir el estatus que merecen, quedándose a medio camino justo en el momento clave; aunque presentaba algunas líneas interesantes (el sonido más rápido y contundente de la excelente “I’ll go until my heart stops”, apuntes de metal más clásico), también suponía cierta pérdida de personalidad por su acercamiento a los sonidos más estandarizados del screamo o el metalcore (“Elysium” sería brillante si no fuera 100% Killswitch Engage). Por ahora, a la espera de que den el definitivo paso adelante con su futuro disco en abril de este año, Lindow, Holt y compañía deberán disfrutar de su posición como grupo de culto, conscientes de que son los autores de un clásico contemporáneo.

At the end of August
Bloodwork

Suena: 36 Crazyfists – Cure eclipse

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Te quiero, tío.

Anónimo dijo...

hola?

Anónimo dijo...

yupiiiiiiiiiiiiiiii!!!!!!!!!!!!
ya no volveré a ser anónima!!!!!!!!!!!!!!

Anónimo dijo...

Cuando las palabras sobran...

Anónimo dijo...

Ya decía yo que me sonaba una barbaridad este grupo. Y es que hoy he recordado que tengo un par de cd's suyos desde hace un par de años...Así que me he dispuesto a rescatarlos y escucharlos.
No recordaba lo buenos que eran.