lunes, 21 de enero de 2008

Simplemente, practico para decirte adiós

En mi pequeño imperio simplemente practico para decirte adiós; así, voy cediendo poco a poco, como si les pidiera caer a las hojas de mis ramas. Y sigo queriendo no ser, no ser y no ser. Por eso me voy quedando atrás aunque continúe andando. ¿Realmente estoy yendo detrás de algo? Cansado, arrastro los ojos, lejos; dibujo la silueta de esas montañas desde la ventana de mi habitación, en tardes que parecen en constante pausa, en un lugar lleno de emociones mentirosas donde, probablemente, ni mi abuelo quiera descansar para la eternidad; la eternidad es mucho tiempo y, sobre todo, lleno de sombras. (Te echo de menos).

A día de hoy, ya no me vale salir a buscar el pecado. Ya no quiero que me cuenten esa historia del primer día del resto de tu vida, porque voy ciego evitando las miradas de esta ciudad, puta y fea con avaricia. Así llego al cielo descubierto para comprobar que ya no puedo esconderme en el suelo, porque mientras me cruzo distintos aromas soy incapaz de distinguir la basura de ti, que estás tirado en el césped. Un único consuelo, el sabor acaramelado de ser consciente de haber compartido una siesta virgen allí donde la juventud todavía quiso decirme algo.

Intento dormir tranquilo, evitando pensar si vas a venir o no. Bueno, creo que es justo que sepas que ya no se te espera. Ahora anticipo las despedidas para saber que decir, con la esperanza de poder dejar un buen recuerdo, cosa que es evidente que no voy a hacer durante la relación: esto es una tregua, aunque no tengo ni idea de cuanto voy a tardar en rearmarme. Paciencia con los derrotados, por favor.

A veces ni me reconozco en lo que escribo, porque solo espero manchas sobre el papel y te encuentro a ti, mirándome. Solo me queda volver a escupir al espejo, otra noche más, con la sonrisa torcida. Porque he dicho exactamente lo que quería decir.

Suena: Manic Street Preachers – My little empire

domingo, 20 de enero de 2008

Destroy.Erase.Improve.

Dios me libre de desconfiar de la ciencia y los hombres que la practican. Uno estudia para, en el futuro, dedicarse a algo relacionado con ella, aunque sea de manera tangencial, por lo que sería tirar piedras contra mi propio tejado.

La Psicología, esa cosa para la que cualquiera está capacitado para opinar con el mismo rigor y conocimiento que un profesional, es una ciencia. O eso pretende. Como buena ciencia social, en muchas ocasiones fue, y sigue siendo, puesta en duda desde la perspectiva de las ciencias naturales y la propia epistemología. Vamos, que a costa nuestra hay unos cuantos chistes y hacemos unas buenas risas. De lo que ellos no quieren ser conscientes es que la lógica de trabajo de la ciencia es, por naturaleza, antinatural, si me permite el juego de palabras. En otras palabras, que el cerebro humano y, en concreto, la inteligencia, no fue creadas para hacer ciencia (¿os dice algo el concepto exaptación, hijos de puta?). Lo cual no significa que no debemos seguir practicándola, no me entendáis mal.

Muchas veces el respeto por la ciencia se debe al oscurantismo terminológico, a la creciente especialización del lenguaje o a una abstracción, a veces, nada impostada. Así que haríamos bien en no tomárnosla demasiado en serio en ciertas ocasiones. Porque el hecho de que seamos capaces de denominar algo no quiere decir que seamos capaces de comprenderlo; o que la potencia explicativa de la teoría vigente sea adecuada. Quizá deberíamos tomar ejemplo y ganarnos el crédito a base de acrónimos y denominaciones a cada cual más enrevesada: sí, definitivamente, esa es la forma en la que una ciencia se hace madura a ojos del individuo. Esto, que parece y es una obviedad, es algo necesario de recordar para cualquiera que se acerque a cualquier saber humano. Digamos que esto debería ser una cuestión de dignidad personal y profesional. Y no hablo de aquellos fenómenos que, por determinadas circunstancias (técnicas, ideológicas) aún somos incapaces de abordar. Hablo de viejos errores que persisten.

Por poner un ejemplo de algo que conozco, el término “insight”, acuñado por una de las escuelas más interesantes de la Psicología: la Gestalt. Dicho término se refiere a la compresión súbita, global o inmediata de un evento; lo más parecido a la revelación divina que he conocido nunca. Sin embargo, no explica para nada el fenómeno (pavorosamente real, de ningún modo se trata de una “originalidad” de los autores) ni delimita un ámbito de estudio e intervención. El asunto se vuelve irritante cuando el palabro aparece en numerosas clases distintas sin que nadie nunca cuestione la utilidad de aplicar un término “desconocido” en algunos ámbitos del estudio psicológico humano.

¿Por qué no mencionar la fascinante clasificación diagnóstica? Algo que, en muchas ocasiones, resulta de mayor utilidad (por tranquilizadora) al propio profesional que al paciente. Tanto estudiar a Kraepelin y Krestchmer y sus tipologías como algo antediluviano y más propio de la nigromancia para ahora tener que acercarnos al sujeto viendo si cumple criterios de lo más inconcretos y que se superponen unos a otros en distintos trastornos.

Generalicen, busquen ejemplos en otros ámbitos científicos. Y, sobre todo, no olvidemos cuestionarnos, descansar la vista mirando al cielo entre vistazo y vistazo a los manuales. En días como hoy pienso que es allí donde tenemos que lanzar las preguntas.

Suena: Meshuggah - New Millenium Cyanide Christ

domingo, 6 de enero de 2008

"Miss my home, over these mountains I feel safe”. 36 Crazyfists – A snow capped romance (2004)

Las procedencias exóticas ayudan a ganar atención una vez un grupo está establecido, pero los comienzos son otro cantar. Oriundos de Anchorage, Alaska, los 36 Crazyfists (nombre tomado de una película del inefable Jackie Chan) tuvieron que mudarse a Portland porque las posibilidades que ofrecía la ¿escena? de su tierra eran mínimas. Fue entonces cuando comenzaron a sacar partido a unas raíces que marcan profundamente su sonido, ligado inevitablemente a unas coordenadas físicas muy concretas; música que evoca paisajes, pero nunca paisajística o contemplativa.

Surgidos en 1994, sus primeras canciones dan muestra de un grupo influenciado por el nu-metal, corriente que en aquella época comenzaba a florecer, como puede comprobarse en su primer EP Boss buclke (1995) con un sonido crudo y versos rapeados. El año siguiente sufrirían la pérdida de su bajista y miembro fundador JD Stuart, fallecido en un accidente de tráfico, tomando la decisión de seguir adelante con el grupo y mudarse a la capital de Oregón. Tomando a Mick Whitney como reemplazo al bajo y Steve Holt sustituyendo a su guitarrista orginal, la actual formación de 36 Crazyfists quedaba cerrada. Podían comenzar a trabajar en como querían sonar: In the skin (1997) comenzaba a mostrar las señas de identidad de los de Alaska; la guitarra más afilada y la voz de Brock Lindow cobraba protagonismo. No sería hasta el 2000 cuando lograron un contrato gracias a la ayuda de sus compañeros de Skinlab.

Por aquel entonces Roadrunner reunió a varias bandas que demostraron que otro tipo de metal era posible; Chimaira, Killswitch Engage, los ya extintos Five Pointe O o los propios 36 Crazyfists fueron catalogados erróneamente como nuevas promesas del nu-metal: una nueva corriente estaba surgiendo, la más tarde conocida como New Wave of American Heavy Metal, al amparo de los padrinos Machine Head. Con Bitterness the star (2002) Lindow y compañía dieron un paso a un lado, demostrando que con ellos, la cosa no era tan sencilla. Su debut en una major presentaba a la banda adentrándose más y más en el post-hardcore y sonoridades metalcore a la Crazyfists de “Bury me where I fall” o “One more word” (ambas con dos excelentes colaboraciones de Steev Esquivel de Skinlab y Carl Severson de Nora respectivamente), sacándole brillo a las melodías en “Slit wrist theory” o “Two months from a year” y haciendo nu-metal mejor que cualquier grupo por entonces (“Turn to ashes”, “All I am”).

Este notable debut, solo ensombrecido por un exceso de duración, situó al grupo en una envidiable posición para encarar su segundo disco. A snow capped romance (2004) nace como un homenaje a su Alaska natal. En apenas 38 minutos 36 Crazyfists definieron un sonido suyo y sólo suyo, reclutaron a James Paul Wisner (conocido por su trabajo con Further Seems Forever o Gatsbys American Dream) para darle a la voz el papel que merecía, siempre en primer plano guiando un música más clara y definida pero sin perder pegada. A lo largo del minutaje, el papel principal es para Brock Lindow y su emotiva y elástica voz sostenida por una precisa base rítmica: Thomas Noonan renuncia a la espectacularidad metálica para golpear con sutileza. Steve Holt simplemente confirma que es uno de los mejores y más infravalorados (adjetivos generalizables al grupo en general) guitarristas de su generación, siendo la versatilidad su principal virtud y otorgando al grupo su verdadera personalidad.

La elección de “At the end of August” como single es lógica y previsible, pero no por ello menos acertada. En 4 minutos abren el disco con un tema directo de excelente estribillo que resume bien las bondades del disco: contundencia y melodía en la medida justa, gusto por los detalles y letras llenas de melancolía y determinación. “Bloodwork” y “Skin and atmosphere”, de similar patrón, inciden en la vertiente más calmada de la banda gracias a las excelentes interpretaciones vocales de Brock Lindow y los distintos arreglos de guitarra creados por Steve Holt: guitarras más pesadas en la primera, un ambiente más delicado en la segunda, a pesar de su desgarrado final. “Bloodwork”, elegido como segundo single y para el que se realizó un vídeo que no le hace justicia, pone de manifiesto las adicciones del cantante con una estremecedora letra (“And I swallow these capsules/to regain my grip/and I swallowed myself sick/ (…) /they all seem so truthful/they all seem so trae/couldn’t find a better way to lie”) sobre una melodía vocal luminosa: lo obvio no tiene cabida en la música de 36 Crazyfists.

Las cosas comienzan a retorcerse en temas como “Kenai” con unas estrofas puro hardcore y un estribillo luminoso, con Lindow recuperando memorias y reconociendo que “And I guess I miss my home/(…)/over these mountains I feel safe”, mientras Noonan realiza un excelente trabajo en la batería. “The heart and the shape” sorprende por el toque rockero de sus afiladas guitarras y su alto ritmo y “Song for the fisherman” por ser 1 minuto y medio de post-rock con el cantante leyendo una letra tan sencilla como hermosa, convirtiéndose en el momento más emotivo del LP. “Destroy the map” es un single en potencia que cuenta con la colaboración Raithon Clay, un buen amigo del grupo, en las voces. El disco se cierra con dos joyas: “Cure eclipse”, con un comienzo demoledor en el que 36 Crazyfists suenan más duros y oscuros que nunca, para pasar a una estrofa más pausada que aún así ayuda a mantener la tensión que desemboca en un estribillo que tira de épica para crear un clímax perfecto con Lindow demostrando el carácter casi terapéutico del disco entonando “…this year cure me”; el intenso punto final de “Waterhaul”, de guitarras pesadas, un magnífico punteo y sin un estribillo definido, deriva en una parte ambiental con sonido del agua deslizándose entre la piedra, con las últimas líneas “and up there a show capped romance where/everything we build we’ll come from our eyes…/and I’ll be these way forever” aún resonando, tremendamente vivas, cercanas.

A snow capped romance (2004) resulta un disco de concepto e intenciones modestas y ese resulta uno de sus grandes valores. Tremendamente emocionante, emotivo y preciso, incluso en sus momentos más metálicos pueden reconocerse todas las partes, derivando en un sonido tremendamente definido que no cansa gracias a la inventiva de sus intérpretes, lejos del virtuosismo metálico. 36 Crazyfists hacen del menos el más buscando el detalle distintivo sin olvidar aquello que nunca debe faltar en un gran disco: canciones, con mayúsculas. Aquí hay once, música de corazón incandescente. Pocas veces una portada fue tan representativa.

El simplemente correcto Rest inside the flames (2006) parece haberles impedido adquirir el estatus que merecen, quedándose a medio camino justo en el momento clave; aunque presentaba algunas líneas interesantes (el sonido más rápido y contundente de la excelente “I’ll go until my heart stops”, apuntes de metal más clásico), también suponía cierta pérdida de personalidad por su acercamiento a los sonidos más estandarizados del screamo o el metalcore (“Elysium” sería brillante si no fuera 100% Killswitch Engage). Por ahora, a la espera de que den el definitivo paso adelante con su futuro disco en abril de este año, Lindow, Holt y compañía deberán disfrutar de su posición como grupo de culto, conscientes de que son los autores de un clásico contemporáneo.

At the end of August
Bloodwork

Suena: 36 Crazyfists – Cure eclipse

jueves, 3 de enero de 2008

Trenes

No tengo intención de hacer poesía de una situación dolorosa. No tiene nada de romántico. Es más, me resulta profundamente ofensivo. Consideraré esto una náusea personal y trataré de ser más explícito que de costumbre, porque no quiero dedicarle a esto más de 5 minutos.

Hace más de cuatro años y ya ni siquiera recuerdo cómo éramos (incluso quien nos presentó casi ha desaparecido de nuestras vidas). Supongo que sería en alguna de esas fiestas que no añoro. Desde entonces, siempre hemos vivido en paralelo, en ocasiones acercándonos y en otras (las menos) extrañamente indolentes. Demasiadas cosas han pasado por nuestras vidas como para menospreciar un resultado que siempre se ha repetido: volver a juntarnos para darnos cuenta lo mucho que nos hemos echado de menos.

Recuerdo la tarde previa a mi primer examen de Psicología, nervioso por no haber podido estudiar, así que cuando me llamaste no me lo pensé dos veces: un paseo por un parque ya anochecido. Recuerdo los columpios y que él te dolía tanto que no levantaste la vista del suelo ni un segundo.

A veces sólo puedes darle la espalda al tren; ya sabes que nunca monto cargando con el equipaje de otro. Así que aprietas los puños, te dominas y en seguida fijas la mirada en un punto en el horizonte que no te interesa en absoluto. Y caminas. Caminas a paso ligero, como si tuvieses algún lado donde ir, algo que hacer, como si te estuvieran esperando. Porque no tiene sentido quedarse donde no hay consuelo alguno.

Una vez alguien me dijo que debería haberme pasado más tiempo mirándote. Pero tú y yo sabemos que eso habría sido demasiado fácil. Siempre me dices que ya no sabes que debes buscar y la respuesta es tan sencilla que quema.

Tienes que encontrar tus maletas. No me pidas que lo haga por ti, hace tiempo que ya huí.

Suena: Porcupine Tree - Trains